lunes, 23 de julio de 2012

Sobre Segundo cuerpo de Pedro Goche*


Enrique G. Gallegos

A mi me une una oscura e incierta amistad con Pedro Goche desde hace muchos años cuando lo veía deambular por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara. Oscura porque su plática me genera ciertos esfuerzos de interpretación inusuales; incierta porque sus movimientos siempre me han parecido esquivos y furtivos. Y no es que me interesen las amistades transparentes (en las que no creo y cuando se dan, terminan por fastidiarme), sino que sus desplazamientos conversacionales no suelen ser lineales sino laberínticos, con registros de lecturas dispares y siempre resaltando el enigma o la paradoja.

Segundo cuerpo es un volumen de versos que se compone de dos partes: el que lleva un título homónimo y “El menú del dragón”. Son alrededor de una cuarentena de poemas, compuestos en su gran mayoría en pequeñas estrofas, hay incluso dísticos y poemas de un verso a la manera de los aforismos.
Tengo la impresión de que Segundo cuerpo no es un libro de poemas compuesto con una sola voluntad poética, sino que obedece más bien a la rotación que reflexivamente vuelve sobre los materiales y les intenta imponer una forma y una orientación. Los temas que componen Segundo cuerpo son varios y tiene diversos registros experenciales: la fabulación, el erotismo, el vagabundeo, la relación con la divinidad, la naturaleza, la noche, el misterio, la infancia, la memoria, los gatos; sin embargo, quiero resaltar un rasgo de la poética de Pedro Goche que me parece siempre ha prevalecido en su obra, a pesar de las posibles mutaciones. Porque para quienes no lo conozcan, Pedro Goche ha publicado desde los noventa libros de versos: Motivos para Errar (1993), Figuraciones (1995), ¿Qué? (poemas del axolote) (1998) La mano verde de tu edad (2002).

El rasgo en el que me quiero concentrar tiene que ver con la mirada. Mirar es tan natural y cotidiano que terminamos sólo por ver. Pero mirar no es ver. Mirar implica otros procesos y otras custodias. La mirada poética de Goche es la mirada del ironista, el que mira de reojo y profundiza en las contradicciones, los giros imprevistos, los rezagos, las tensiones que anidan en las cosas, las experiencias, los vivires y sinsabores de la vida. No creo que sea casualidad que el libro que hoy presentamos lleve por título Segundo cuerpo, donde lo segundo del cuerpo es el cuerpo que se porta, pero que también se desdobla y abandona, se deja colgado en el perchero o se le guarda en el cajón más imprevisible. Todos tenemos un segundo cuerpo, sólo que pocos lo miramos o intuimos. No es que traiga aquí mis viejas lecturas de Freud, pero esta capacidad de Goche para el guiño y el desdoblamiento es una característica singular no sólo de su poesía, sino también de la propia personalidad del autor. Hay un cuadro de la artista plástica Verónica Sandoval que mucho tiempo estuvo expuesto en La Mutualista en Guanatos y que me parece capta bien este rasgo de su personalidad. Es una cuadro en el que el poeta no está dentro ni fuera y mira con cierta ironía. Y es que uno puede estar en algún lugar en compañía de Goche, pero cuando menos se lo espera ya no está o sólo estuvo en un segundo cuerpo, acaso diluido en manchas como las que pinta (hay que señalar que también es pintor) o en el polvo dejado por sus mocasines.
En Segundo cuerpo hay un poema sin título en la página 47 que resumen bien esto que estoy afirmando. El cual no voy a leer para que le compren el libro. Pero quizás la mirada irónica del poeta esté más despersonalizada y por ello más representada en el siguiente pequeño poema que lleva por título “Objetos perdidos”:

Miseria de 3 a 5
calamidades de 5 a 7
fortuna por la madrugada
deleites nunca
asombros menos
A un dedo de distancia
la salida de emergencia.

Yo diría que Pedro Goche siempre busca salidas de emergencia, aun donde no las hay. O justamente por ello.

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*Texto de la presentación de Segundo cuerpo de Pedro Goche en el Café Cultural El Templo, el 20 de julio 2012.

viernes, 22 de junio de 2012


Agua fundacional*


Enrique G. Gallegos


Lluvia incierta que magnifica la noche.
Invisible goteo del pensamiento,
llena no llena la alegre palabra,
la lenta configuración del momento.

Espera silenciosa del nacimiento;
súbito trueno recrea su ámbito,
el resplandor inunda la morada:
inmensa intuición tiene rostro: habla.

Agua hablante susurra historias,
impuestas intuiciones de aristócrata;
pero sólo hay un origen al pie del árbol,
sólo un resplandor determina el perfil.

Más que la retahíla de palabras,
más que el incoloro premeditado
ya el agua anticipa, configura
el mundo del antes y el después.


*Si mal no recuerdo se publicó en la revista Soberbia allá por 1998, cuando escribía muy decentito.



lunes, 23 de abril de 2012

Programa estético-político para poetas de 30/45 años


Enrique G. Gallegos


1. Fijar la mirada en un punto histórico, particularmente que denote un cambio de registro en la sensibilidad política (léase, p.e., mayo del 68).

2. Lecturas que obturen e intoxiquen la imaginación y la sensibilidad (léase, p.e., Heidegger, Derrida & Deleuze, etc.).

3. Procedimientos de desobturación y desintoxicación (p.e., alcohol, estimulantes, sexo por todos los orificios, abundante comida, detonantes de los sentidos, etc.).

4. Caminatas diarias (en estilo flâneur) por zonas arboladas.

5. Abstenerse de leer poemas.

6. Límites:

          a. Hacia arriba: evitar el esteticismo (léase, p.e., poesía pura).

          b. Hacia abajo: evitar el panfleto (léase, p.e., poesía soviética).

          c. Hacia los lados: sin limitaciones (imaginarse un cerdo engordado para el sacrificio).

7. Resultado esperado: un poema de nueve versos en lógica pitagórica.

8. Control: en caso de fracaso, tomar la colt.45 y obrar en consecuencia. La poesía no acepta fracasados.

domingo, 4 de marzo de 2012

Intestino

Enrique G. Gallegos


He visto el intestino,
he podido constatar su volumen acuoso,
la carnosidad que expulsa líquidos;
acaso sea un mundo irreal
limitado por la limpia racionalidad
de ciudades diurnas;
pero constato lo absurdo del día
en la evacuación del intestino,
—grueso o delgado—
al fin
lejos del aroma
de una flor.