Enrique G. Gallegos
I
En cierto sentido el libro cartonero se fundó en
la noción de la basura, de lo residual, de la posibilidad de reintroducir el
papel basura, su condición inestable y baja, en un formato estable y aurático:
el libro; y no hay que olvidar que la basura era una noción límite (lo más
inenarrable, la mierda, la escoria, el lumpen;
lo totalmente opuesta a la mercancía). Pero la tendencia es que la basura, como
noción y experiencia límite, desaparezca. Hoy la basura es una mercancía más.
El reciclado de materiales ya no es una práctica marginal exclusiva de los pepenadores
mexicanos, los cartoneros argentinos, los ropavejeros, los traperos y los
miserables. Desde hace algunos años, la pepena de basura se ha convertido en
una industria con altas ganancias y se inserta en el meollo mismo del
funcionamiento de la sociedad industrial. Coca-cola y el reciclaje de las
botellas. Es sabido, por ejemplo, que las mafias italianas controlar el mercado
de los desechos industriales europeos. La figura, entre espectral e
inquietante, con su carga de olores nauseabundos y tonalidades grises del
costroso pepenador, se convierte en la forma higiénica del empleado del Walmart
que ya no tira las cajas de cartón, sino que las recicla. Esto me lleva a
sugerir que el tema del reciclaje en realidad es tan antiguo como la humanidad;
la escritura en los huesos de ancestros y animales; la reutilización de los
muros para pintar murales; la refuncionalización de objetos desechados para
transformarlos en obras de arte: el mingitorio de Duchamp o como el caso de la
artista plástica Verónica Sandoval, que reutilizaba las tóxicas llantas para transformarlas
en sillones.
II
Como todo relato, el de las editoriales cartoneras tiene su año
cero: en 2002 Eloísa cartonera aparece en el contexto de la crisis argentina que
se venía cribando desde 1998.
En México, la fábula parte del 2008: La Cartonera de Cuernavaca. Una
obviedad: desde esa fecha, la técnica editorial ha cambiado
mucho; hoy se apoya en aparatos digitales, en impresoras laser, ordenadores y
programas de diseño que hace más de diez años eran impensables para el
cartonero. Del lumpen de ayer hemos
girado al sofisticado tecnólogo-cartonero. Sin embargo, algunas de las pautas de las
editoriales cartoneras abrevan en los movimientos contraculturales que desde
los años 70 se gestaron en nuestro país y en Latinoamérica. Pienso, por sólo poner uno de los
tantos ejemplos que existen, en la colección de plaquetas Alimaña Drunk editada en Guadalajara en los años noventa en formatos
cercanos a la plaqueta. Lo que quiero decir es que el cartonero debe insertarse
en una tradición de ediciones que intentan practicar formas alternativas a la
edición comercial e industrial y que incluso en los últimos años ha desembocado
en libros textiles, como el caso del libro Trazo-Pasado
de Judith Satin, editado o, mejor, hebrado
con tela, hilos y papel, y que pretende coagular experiencias de las costureras
explotadas en la industria textil.
Si tratara de hacer un esfuerzo por describir
las ediciones cartoneras, quizá podría decir que existen tres tipos:
1. Los cartoneros que surgen en los períodos
de crisis y que su opción es justamente apoyarse en papel basura, como es el caso
de Eloísa en 2002, para hacer libros
y que desembocan en formas de vida, en colectivos que rebasan con mucho la
noción autoral (su autopercepción pasa incluso por la siembra, el trabajo
colectivo y formas de vida comunitaria).
2.
Los cartoneros que hacen uso de la técnica cartonera para vehiculizar
posiciones políticas, gestos de oposiciones, vandalizar la cultura mainstream y que se asumen como alternos,
contraculturales, etc., como es el caso
de La Rueda cartonera y que, en este
sentido, el libro cartonero es otra forma de disputar el espacio público y de
agregar un formato más a otros que vienen de diversas tradiciones contestatarias
como la plaqueta y el panfleto, que aparece con toda su fuerza política en el siglo XVIII. Es decir, el libro cartonero busca también
convertirse en un medio político.
3.
Los editores que usan las técnicas cartoneras para, bajo algún concepto o
definición editorial, hacer o continuar haciendo libros en formatos más ligeros
y económicos, como en el caso de Librosampleados;
y que buscan destacar, ante todo, el libro como objeto literario.
Por supuesto, este régimen no es de ninguna
manera puro; Eloísa también
vehiculiza ideas políticas y suele enfatizar la figura del libro como objeto
literario; La Rueda Cartonera ha
editado libros de arte con tapas únicas pintadas por reconocidos artistas y
cuyos costos pueden llegar a los $500 pesos, pero también panfletos que lindan
en la apología del delito (por ejemplo, mi texto
Diez tesis a favor de la piratería, que no hubiera cabido en ninguna editorial
convencional por su defensa moral de una práctica que se considera antisocial y criminal);
y Librosampleados, si entiendo el posicionamiento
que hacía María Amor en la presentación de Los
chicos de las motitos, pretende trasmitir, en una de sus colecciones, la
imagen de “mujeres arrebatadas” o esa vocación por cierta literatura
latinoamericana y que también transita por los artesanal, aun cuando sus
“libros cartoneros” no pasen de ser un guiño
editorial.
III
Lo que parece incuestionable es que las técnicas de edición de los
cartoneros, la posibilidad de ediciones rápidas y económicas, hacen de éstos un
alternativa editorial (política o no) a las editoriales comerciales, incluidas
las agrupadas en la Feria del Libro Independiente. En mi opinión, lo más
importante de las editoriales alternativas (cartoneras o no), cualquiera que
sea su técnica, su signo y su discurso, es la posibilidad de mostrar otra mirada, otros autores,
otras sensaciones y olores; la posibilidad de hacernos penetrar en otras
entrañas de la literatura. Los cartoneros forman parte, por el momento, de ese otro que está a punto de convertirse en
lo mismo; esta amenaza es la que,
creo, deben conjurar. Porque lo mismo
es la gran industria, los monopolios editoriales, los autores con su cortejo de
formulas fáciles y estandarizadas. Y cuando sean ese mismo que obtura la creación, tendremos que empacar y volver a internarnos
en otra selva. Porque la selva y su oscuridad es lo único que, si no salva,
hunde perturbadoramente; es decir, creativamente.
*Texto leído en la presentación de la colección cartonera de la editorial Librosampleados, el 1 de octubre del 2015.
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