El pasado martes 28 de noviembre asistí a la reunión semanal de los organizadores de la FLIA. La cita era a las 20 hrs, pero como suele suceder en esos espacios, la informalidad era de esperarse. Por supuesto, no podía ser de otra manera: no se trataba de una reunión de ministros de cultura.
Asistí en parte autoinvitado y en parte a sugerencia del escritor “Rey Larva”; pero sobre todo movido por la curiosidad, habida cuenta que en Guadalajara también se organiza una feria del libro independiente.
Hasta donde alcance a percibir, ambas ferias tienen objetivos similares y se sustentan en principios más o menos idénticos: la autogestión, la búsqueda de la colaboración en redes y, de manera particular, las relaciones horizontales y el deliberado rechazo a cualquier decisión vertical o autoritaria.
Teniendo en cuenta lo anterior, es inevitable no traer a colación los movimientos socialcivilistas de los ochenta y los noventa que comenzaron a minar las dictaduras y autoritarismos de todo signo en Europa y en Latinoamérica. Movimientos, organizaciones y grupos que siempre tuvieron como motor de sus exigencias democratizadoras la autonomía, la automovilización y la autoorganización. Creo que no es difícil imaginar que el antecedente de organizaciones como la FLIA y la OtraFil se encuentran en esos no tan remotos años de las movilizaciones sociales, la resistencia y las agrupaciones cívicas que contribuyeron en México a culminar la larga transición política y en Argentina, a minar la dictadura militar.
Pero creo que hay otro antecedente que se debe tener en cuenta, para comprender la lógica con la que surgen esos espacios culturales. Me refiero a la crisis de los grandes metarelatos de que hablaba Lyotard. Las grandes ideas que dieron sustento a Occidente (incluida Latinoamérica; por supuesto, con sus particularidades): “Razón”, “Individualismo”, “Dios”, “Justicia”, etc. terminaron por hacerse añicos y con ello, toda idea de un arriba y un abajo, de un centro y una periferia también acabó por los suelos.
En términos prácticos, eso significó una especie de liberalización de energía contenida por diversos diques sociales y culturales (clase social, prejuicios, monopolios, predefiniciones, estatus, control, etc.). Dicho de otra manera, la apropiación de las lógicas con las que operaban la sociedad civil y la crisis de los grandes metarelatos y su noción de un “Orden Supremo”, crearon las condiciones para una especie de descentralización de la cultura.
Y Buenos Aires y Guadalajara son buen ejemplo de eso: sus editoriales independientes, sus sitios en internet, sus espacios culturales, sus autoediciones, sus revistas. Hay un reconocimiento de que la génesis de la cultura ya no es un dominio o propiedad privada. Cierto: los riesgos son evidentes. El “todo es cultura” se empalma fácilmente con el “nada es cultura”. El eslogan de McDonald termina por no distinguirse del verso. La inconformidad, termina por ahogarse en la uniformidad.
Mi impresión es que los fliaistas están mejor organizados y cuentan con un mayor número de integrantes (algunos me decían que hasta 30 asisten regularmente a sus reuniones), algo que contrasta con sus pares de Guadalajara, donde la responsabilidad recae en dos o tres promotores y escritores. La FLIA es una organización permanente, conformada por redes de colectivos, movimientos y grupos de escritores, artistas, editores y una fauna amplia; mientras que la OtraFIL, tiene más bien la forma de un “evento” organizado también por promotores, escritores, revisteros, editores.
Mientras la FLIA organiza varias ferias al año, la OtraFil surge como espacio alternativo a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, aunque los orígenes de la FLIA también estuvieron como espacio alternativo a la Feria del Libro de Buenos Aires. La OtraFil va por su cuarto año, aunque tiene antecedentes remotos: la AntiFil y la ContraFil, por mencionar algunas; mientras que la FLIA va en su novena edición (al año se organizan varias ferias).
El aprovechamiento de los lógicas autogestivas y horizontales del socialcivilismo y la crisis de los grandes metarelatos, por paradójico que parezca, crearon las condiciones para una revitalización de la cultura. La descentralización y autonomización de la cultura es un dato fáctico que se comprueba en Buenos Aires y en Guadalajara (y es imaginable, que así sucede en la mayoría de las ciudades, particularmente grandes y medianas).
Quizá el siguiente paso es crear redes culturales internacionales ancladas en la tecnología. Las condiciones sociales y culturales parecen propicias. Lo más difícil ha sido ya realizado, algunas veces de manera inconsciente: socavar la noción de la cultura como privilegio y como expresión de espacios privilegiados y anclados en ciertas esferas. El mundo ya no tiene un centro. Hay mundos.
Asistí en parte autoinvitado y en parte a sugerencia del escritor “Rey Larva”; pero sobre todo movido por la curiosidad, habida cuenta que en Guadalajara también se organiza una feria del libro independiente.
Hasta donde alcance a percibir, ambas ferias tienen objetivos similares y se sustentan en principios más o menos idénticos: la autogestión, la búsqueda de la colaboración en redes y, de manera particular, las relaciones horizontales y el deliberado rechazo a cualquier decisión vertical o autoritaria.
Teniendo en cuenta lo anterior, es inevitable no traer a colación los movimientos socialcivilistas de los ochenta y los noventa que comenzaron a minar las dictaduras y autoritarismos de todo signo en Europa y en Latinoamérica. Movimientos, organizaciones y grupos que siempre tuvieron como motor de sus exigencias democratizadoras la autonomía, la automovilización y la autoorganización. Creo que no es difícil imaginar que el antecedente de organizaciones como la FLIA y la OtraFil se encuentran en esos no tan remotos años de las movilizaciones sociales, la resistencia y las agrupaciones cívicas que contribuyeron en México a culminar la larga transición política y en Argentina, a minar la dictadura militar.
Pero creo que hay otro antecedente que se debe tener en cuenta, para comprender la lógica con la que surgen esos espacios culturales. Me refiero a la crisis de los grandes metarelatos de que hablaba Lyotard. Las grandes ideas que dieron sustento a Occidente (incluida Latinoamérica; por supuesto, con sus particularidades): “Razón”, “Individualismo”, “Dios”, “Justicia”, etc. terminaron por hacerse añicos y con ello, toda idea de un arriba y un abajo, de un centro y una periferia también acabó por los suelos.
En términos prácticos, eso significó una especie de liberalización de energía contenida por diversos diques sociales y culturales (clase social, prejuicios, monopolios, predefiniciones, estatus, control, etc.). Dicho de otra manera, la apropiación de las lógicas con las que operaban la sociedad civil y la crisis de los grandes metarelatos y su noción de un “Orden Supremo”, crearon las condiciones para una especie de descentralización de la cultura.
Y Buenos Aires y Guadalajara son buen ejemplo de eso: sus editoriales independientes, sus sitios en internet, sus espacios culturales, sus autoediciones, sus revistas. Hay un reconocimiento de que la génesis de la cultura ya no es un dominio o propiedad privada. Cierto: los riesgos son evidentes. El “todo es cultura” se empalma fácilmente con el “nada es cultura”. El eslogan de McDonald termina por no distinguirse del verso. La inconformidad, termina por ahogarse en la uniformidad.
Mi impresión es que los fliaistas están mejor organizados y cuentan con un mayor número de integrantes (algunos me decían que hasta 30 asisten regularmente a sus reuniones), algo que contrasta con sus pares de Guadalajara, donde la responsabilidad recae en dos o tres promotores y escritores. La FLIA es una organización permanente, conformada por redes de colectivos, movimientos y grupos de escritores, artistas, editores y una fauna amplia; mientras que la OtraFIL, tiene más bien la forma de un “evento” organizado también por promotores, escritores, revisteros, editores.
Mientras la FLIA organiza varias ferias al año, la OtraFil surge como espacio alternativo a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, aunque los orígenes de la FLIA también estuvieron como espacio alternativo a la Feria del Libro de Buenos Aires. La OtraFil va por su cuarto año, aunque tiene antecedentes remotos: la AntiFil y la ContraFil, por mencionar algunas; mientras que la FLIA va en su novena edición (al año se organizan varias ferias).
El aprovechamiento de los lógicas autogestivas y horizontales del socialcivilismo y la crisis de los grandes metarelatos, por paradójico que parezca, crearon las condiciones para una revitalización de la cultura. La descentralización y autonomización de la cultura es un dato fáctico que se comprueba en Buenos Aires y en Guadalajara (y es imaginable, que así sucede en la mayoría de las ciudades, particularmente grandes y medianas).
Quizá el siguiente paso es crear redes culturales internacionales ancladas en la tecnología. Las condiciones sociales y culturales parecen propicias. Lo más difícil ha sido ya realizado, algunas veces de manera inconsciente: socavar la noción de la cultura como privilegio y como expresión de espacios privilegiados y anclados en ciertas esferas. El mundo ya no tiene un centro. Hay mundos.