lunes, 5 de octubre de 2015

Basura, plaquetas, panfletos y ediciones cartoneras*

Enrique G. Gallegos

I
En cierto sentido el libro cartonero se fundó en la noción de la basura, de lo residual, de la posibilidad de reintroducir el papel basura, su condición inestable y baja, en un formato estable y aurático: el libro; y no hay que olvidar que la basura era una noción límite (lo más inenarrable, la mierda, la escoria, el lumpen; lo totalmente opuesta a la mercancía). Pero la tendencia es que la basura, como noción y experiencia límite, desaparezca. Hoy la basura es una mercancía más. El reciclado de materiales ya no es una práctica marginal exclusiva de los pepenadores mexicanos, los cartoneros argentinos, los ropavejeros, los traperos y los miserables. Desde hace algunos años, la pepena de basura se ha convertido en una industria con altas ganancias y se inserta en el meollo mismo del funcionamiento de la sociedad industrial. Coca-cola y el reciclaje de las botellas. Es sabido, por ejemplo, que las mafias italianas controlar el mercado de los desechos industriales europeos. La figura, entre espectral e inquietante, con su carga de olores nauseabundos y tonalidades grises del costroso pepenador, se convierte en la forma higiénica del empleado del Walmart que ya no tira las cajas de cartón, sino que las recicla. Esto me lleva a sugerir que el tema del reciclaje en realidad es tan antiguo como la humanidad; la escritura en los huesos de ancestros y animales; la reutilización de los muros para pintar murales; la refuncionalización de objetos desechados para transformarlos en obras de arte: el mingitorio de Duchamp o como el caso de la artista plástica Verónica Sandoval, que reutilizaba las tóxicas llantas para transformarlas en sillones. 

II
Como todo relato, el de las editoriales cartoneras tiene su año cero: en 2002 Eloísa cartonera aparece en el contexto de la crisis argentina que se venía cribando desde 1998.
En México, la fábula parte del 2008: La Cartonera de Cuernavaca. Una obviedad: desde esa fecha, la técnica editorial ha cambiado mucho; hoy se apoya en aparatos digitales, en impresoras laser, ordenadores y programas de diseño que hace más de diez años eran impensables para el cartonero. Del lumpen de ayer hemos girado al sofisticado tecnólogo-cartonero. Sin embargo, algunas de las pautas de las editoriales cartoneras abrevan en los movimientos contraculturales que desde los años 70 se gestaron en nuestro país y en Latinoamérica. Pienso, por sólo poner uno de los tantos ejemplos que existen, en la colección de plaquetas Alimaña Drunk editada en Guadalajara en los años noventa en formatos cercanos a la plaqueta. Lo que quiero decir es que el cartonero debe insertarse en una tradición de ediciones que intentan practicar formas alternativas a la edición comercial e industrial y que incluso en los últimos años ha desembocado en libros textiles, como el caso del libro Trazo-Pasado de Judith Satin, editado o, mejor, hebrado con tela, hilos y papel, y que pretende coagular experiencias de las costureras explotadas en la industria textil. 
Si tratara de hacer un esfuerzo por describir las ediciones cartoneras, quizá podría decir que existen tres tipos: 
1. Los cartoneros que surgen en los períodos de crisis y que su opción es justamente apoyarse en papel basura, como es el caso de Eloísa en 2002, para hacer libros y que desembocan en formas de vida, en colectivos que rebasan con mucho la noción autoral (su autopercepción pasa incluso por la siembra, el trabajo colectivo y formas de vida comunitaria). 
2. Los cartoneros que hacen uso de la técnica cartonera para vehiculizar posiciones políticas, gestos de oposiciones, vandalizar la cultura mainstream y que se asumen como alternos, contraculturales, etc.,  como es el caso de La Rueda cartonera y que, en este sentido, el libro cartonero es otra forma de disputar el espacio público y de agregar un formato más a otros que vienen de diversas tradiciones contestatarias como la plaqueta y el panfleto, que aparece con toda su fuerza política en el siglo XVIII. Es decir, el libro cartonero busca también convertirse en un medio político. 

3. Los editores que usan las técnicas cartoneras para, bajo algún concepto o definición editorial, hacer o continuar haciendo libros en formatos más ligeros y económicos, como en el caso de Librosampleados; y que buscan destacar, ante todo, el libro como objeto literario
Por supuesto, este régimen no es de ninguna manera puro; Eloísa también vehiculiza ideas políticas y suele enfatizar la figura del libro como objeto literario; La Rueda Cartonera ha editado libros de arte con tapas únicas pintadas por reconocidos artistas y cuyos costos pueden llegar a los $500 pesos, pero también panfletos que lindan en la apología del delito (por ejemplo, mi texto Diez tesis a favor de la piratería, que no hubiera cabido en ninguna editorial convencional por su defensa moral de una práctica que se considera antisocial y criminal); y Librosampleados, si entiendo el posicionamiento que hacía María Amor en la presentación de Los chicos de las motitos, pretende trasmitir, en una de sus colecciones, la imagen de “mujeres arrebatadas” o esa vocación por cierta literatura latinoamericana y que también transita por los artesanal, aun cuando sus “libros cartoneros” no pasen de ser un guiño editorial.


III
Lo que parece incuestionable es que las técnicas de edición de los cartoneros, la posibilidad de ediciones rápidas y económicas, hacen de éstos un alternativa editorial (política o no) a las editoriales comerciales, incluidas las agrupadas en la Feria del Libro Independiente. En mi opinión, lo más importante de las editoriales alternativas (cartoneras o no), cualquiera que sea su técnica, su signo y su discurso, es la posibilidad de mostrar otra mirada, otros autores, otras sensaciones y olores; la posibilidad de hacernos penetrar en otras entrañas de la literatura. Los cartoneros forman parte, por el momento, de ese otro que está a punto de convertirse en lo mismo; esta amenaza es la que, creo, deben conjurar. Porque lo mismo es la gran industria, los monopolios editoriales, los autores con su cortejo de formulas fáciles y estandarizadas. Y cuando sean ese mismo que obtura la creación, tendremos que empacar y volver a internarnos en otra selva. Porque la selva y su oscuridad es lo único que, si no salva, hunde perturbadoramente; es decir, creativamente.


*Texto leído en la presentación de la colección cartonera de la editorial Librosampleados, el 1 de octubre del 2015.